No solo representa una forma de expresión artística, sino también un testamento de la destreza artesanal y la elegancia intrínseca de las Islas Canarias.
El calado canario, reconocido como una de las artesanías más refinadas del archipiélago, tiene sus raíces en Portugal, Andalucía y Extremadura. Inicialmente una práctica familiar, rápidamente se convirtió en un próspero comercio, exportándose a países como Inglaterra, Estados Unidos, Francia y Alemania. En una época de mano de obra asequible, el calado canario rivalizaba con renombrados productores como Escocia, Japón y Madeira.
Las rosetas, formas de encaje de aguja, se destacaron como una contribución única y representativa de las Islas Canarias en el vasto mundo de los encajes occidentales. Aunque comparten raíces con los soles o ruedas de la Península, las rosetas canarias se destacan al prescindir de una tela base, mostrando así su singularidad.
Durante el siglo XIX y la primera mitad del XX, el calado canario floreció como una industria artesanal, a menudo dirigida por casas comerciales extranjeras que lo difundieron por Europa y América.
Hoy en día, el calado canario no solo representa una tradición, sino también una actividad enriquecedora. Tejer rosetas no solo preserva la historia, sino que también ofrece una salida creativa y mental. Desarrollar esta disciplina proporciona beneficios significativos, como la conexión cultural, el desarrollo de habilidades y una experiencia única de relajación.
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